
Pacientes
Molesto TCA:
Esta vez te escribo esta carta no para decirte lo maravilloso que eres y el cuanto te adoro, si no para decirte que te quiero lejos de mi vida. La última vez que te escribí solo dije maravillas de ti, como el que no te quiero soltar, el que eres mi mejor amigo y de que solo en ti puedo confiar.
Me hiciste por bastante tiempo creer que todo lo que decías era cierto y de que todos los de mi alrededor me mentían cuando en verdad eres tú el mentiroso, me manipulaste por mucho tiempo en mis acciones y pensamientos, cuando tenia sesiones me hacías decir siempre que no te quería lejos de mi, de que estoy bien así y que no le tomaba conciencia a la enfermedad.
Conseguiste que perdiera la confianza de mi familia y la propia mía solo por querer lograr una de tus tantas promesas, las cuales me di cuenta que nunca van a llegar a ser reales. Decías que si mi cuerpo se veía de cierta manera mi familia y amigos me van a querer más, pero al contrario conseguiste que me alejara de ellos y me aislaste.
Por tu culpa llegue a un hospital muy inestable y aún así no me dejabas ver que realmente estaba mal, solo por mi mente pasaba la idea de que finalmente estaba logrando tu objetivo, el cual era matarme.
Por tu culpa mi mente me atormenta todo el día, por tu culpa me prohibías comer porque no lo merecía, por tu culpa me mataba haciendo ejercicio por pensar que así voy a poder llegar a tener el cuerpo de las personas que veía en redes sociales, por tu culpa no podía pasar ni un día sin pesarme o verme al espejo,por tu culpa no podía dormir porque pasaba toda la noche con culpa o planeando cosas, por tu culpa me perdí momentos que realmente son muy importantes para mi, el haberme perdido varios eventos sociales y muchas cosas más.
Existen muchas otras cosas que me provocan mucha rabia sobre lo que le hiciste a la pobre Anto, pero me faltarían líneas para describir todo lo que me has hecho sufrir.
Se que todavía sigues ahí en mi cabeza, pero desde que te tengo menos presente he logrado volver a sentir algo de paz mental, al igual que de a poco se ha estado mostrando la verdadera yo. Me di cuenta que ya no te necesito en mi vida, que nunca me trajiste cosas buenas, solo estabas ahí para destruirme lentamente, lo conseguiste, pero de a poco yo te estoy destruyendo a ti.
Antonia C., enero 2025
18 de julio, exactamente 8 meses desde el día en que pasé el mayor susto de mi vida y que realmente pensé que era una despedida de este mundo. Un día que me dejó traumada, hasta el día de hoy.
Eso sí, prefiero recordarlo como el día en que la vida me dio una nueva oportunidad. Recuerdo pedirle a Dios que me diera esa oportunidad, que me diera una última oportunidad para elegir el camino de la recuperación. (para las que no saben el 2019 también estuve con riesgo vital por esta enfermedad).
Justo una semana antes de aquel día había comenzado mis sesiones con la Dani (Psiquiatra que trabaja con Maca y Pame) y días antes había muerto mi abuela.
Recuerdo el 2024 como un año oscuro, un año en que la enfermedad me agarró más fuerte que nunca. Además del TCA, estaba muy deprimida y con problemas económicos que no me dejaban dormir y mi única salida era refugiarme más y más en mi TCA. Recuerdo llorar y pedir que ojalá alguien me encontrara así y me ofreciera ayuda. Lamentablemente tuve que estar al borde de la muerte para pedirla enserio. Si, esta vez era enserio.
Me acuerdo de que cuando estaba en la UTI, el psiquiatra que me evaluó me dijo “Hazle un favor a tu vida e intérnate, ya no saliste de esto sola” (por que claro, yo pensaba que ahora con el miedo iba a hacer las cosas bien por arte de magia). Conversé con mis papás y ellos estaban felices con esa decisión. No porque me fuera a internar en sí, más bien porque por primera vez vieron una luz de esperanza en que quería mejorarme.
Y así fue … me interné por un mes en un centro psiquiátrico (que por cierto, me gustó mucho, me ayudó a conectar conmigo misma y tomarle el sentido real a lo que estaba pasando y que esto no era un juego, era mi vida la que estaba en riesgo) y luego llegué acá: a Cadda (un miércoles 18 de diciembre, directo desde el otro centro) … que coincidencia, de nuevo un 18 (18 de noviembre, de diciembre y ahora de julio) – pareciera que el número 18 me incita a avanzar.
Después de 17 años (o más) con la enfermedad, decidí recuperarme. No sé si algún día me recuperé al 100%, pero si quise intentarlo. Quería realmente poder VIVIR y dejar de ser esclava de una enfermedad que me dominaba todos los días del año. Me aisló, me encerró, me condenó.
Gracias al apoyo de mi familia pude partir este tratamiento, ya que lamentablemente por mis medios, no podría hacerlo. Doy gracias a Dios y a mi familia por eso.
Inicié mi tratamiento en CADDA, convencida de querer salir de la enfermedad (más que nada por miedo a morir por el trauma que había pasado). Los primeros días no fueron tan fáciles, prefería estar trabajando o en mi casa viendo tele. No hablaba mucho en grupos, me costaba encontrarme conmigo misma. Incluso me acuerdo una vez que le dije a la Jose eso, que sentía que no me conocía.
Fue pasando el tiempo y de a poco fui encontrándole sentido al día a día acá, en Cadda. Dejaron de hacerse eternos los días y empecé a trabajar más en mí; pero siempre con la duda de por medio, con el miedo a perder “mi esencia”, con “negociaciones nutricionales” con la Pame y de reducción de jornada con la Maca. Quería seguir intentándolo, pero estaba ansiosa por salir rápido.
En mi mente ya estaba lista para volver al trabajo y a mi vida “normal”, pero la verdad es que aún no me atrevía a comer un plato distinto y menos a comer cosas extras. La verdad, no les voy a mentir, me sigue costando comer platos nuevos e incorporar extras a mi día a día, pero si he logrado cumplir mi pauta y dejar de tenerle un poco de miedo a la comida. Verla como bencina para mi cuerpo, para poder trabajar, participar en un musical y hacer las cosas que me gustan.
Bien saben que el tema de las porciones era un tema para mi jajaja, creo que nunca dejé de preguntar si mi porción estaba bien.
Pasé por diferentes generaciones. Cuando llegué estaba la Ica, la Nacha, la Cami, la Jose, la Frani, la Flo, a joji, la Jo, la Cata, La Vale también un tiempo.
Me tocó estar un tiempo casi sola, éramos como 2 o máximo 3. Ese tiempo si la sufrí, se me hacía eterno el día. Luego, llegó la Belén, la Rafa, la Sylvi, la Anto, la Agus, la Fran y la Mel,y creo que fue en este instante donde realmente empecé a trabajar más a fondo, a medida que me fui haciendo “más vieja” en el centro. No solo de esas, si no que en tiempo. Empecé a trabajar por mí, si … pero también por ellas. Algo en mí me hizo querer mejorar y ser un ejemplo para ellas. Tan pequeñas pasando por esto (me acuerdo cuando yo partí). Siento como una misión de hacerles ver todo lo lindo que les queda por delante y que NO pasen por todo lo que he pasado yo en estos 17 años o más. Me encariñé mucho con estas niñitas. Con todas mis compañeras con quienes he compartido días en el centro, pero con ellas me siento como una mamá. (La mamá Flo como me dicen).
Hoy más que nada quiero ser un referente. No vengo a vender la pomada de que estoy recuperada al 100%, porque aún no lo estoy, pero SI mi visión de la vida ha cambiado radicalmente. Hoy quiero vivir, hoy sé que valgo más por lo que soy a por cómo me veo (que antes era por lo único que me valora y que creía que me valoraban). Hoy me valoro independiente de mi físico. Hoy, he podido ver rasgos de la Flopy del pasado, esa que se reía por todo y que no vivía pensando en comida todo el día.
Hoy, estoy ORGULLOSA de mí, realmente orgullosa. Hoy llevo casi 16 semanas sin mi principal síntoma (¡Estoy muuuuy sorprendida de eso y de lo que soy capaz!)
Siento que nada es casualidad en la vida y si hoy tengo una nueva oportunidad de vida y la estoy aprovechando o al menos intentando hacerlo, es por algo. Sé que puedo ayudar a dar visibilidad de esta enfermedad y quiero hacerlo, quiero ser un aporte.
NADIE se debería sentir menos por un físico. NADIE debería sentir que no encaja en esta sociedad o que tiene que cumplir ciertos estándares para hacerlo.
Niñas, amigas … de verdad cada una de ustedes vale ORO y no por como se ven, sino que por el enorme corazón que tienen. Por el simple hecho de existir.
Dicen que, si se quiere, SE PUEDE. Y yo sé que todas ustedes en el fondo de su corazón quieren salir de esta enfermedad y no me cabe duda de que lo lograrán. Cada una a su ritmo, no se apuren, cada proceso es diferente; pero lo lograrán y vivirán una vida más en paz. Hay días más difíciles que otros, pero lo importante es no rendirse. Les prometo que hay luz en la oscuridad.
Pueden contar conmigo hoy y siempre. Estamos a un número de distancia y lo que más quiero es verlas a cada una de ustedes bien. Me encanta ver como cada una va avanzando, se nota el entusiasmo y garra que le están poniendo.
No es un camino fácil, pueden haber recaídas, pero lo importante es aprender de este proceso y llevarse las herramientas necesarias para que esa voz maligna NO gane.
Gracias Dios, gracias familia por tanto apoyo todos estos años (por ayudarme a recuperarme), gracias Mati por quedarte a mi lado aún cuando estaba en mis perores condiciones físicas y mentales, gracias a mis amigos incondicionales que aún cuando yo me alejaba del mundo, ellos no lo hacían de mí. Gracias a todas ustedes que han sido parte de mi proceso.
Gracias a cada una de las psicólogas que me apoyaron cada día. Que sin decirles nada sabían si me pasaba algo o estaba bien. Gracias Gaby, Ara, Paz, Jose, Vale, Cami, Rosa.
Gracias a quienes me alimentaron durante casi 7 meses acá y me consentían con el kiwi, el pollito y el mango. Gracias Jane, Nay, Gioco.
Gracias Elsa por recibirnos cada mañana con alegría y una sonrisa.
Gracias nutris Cata, Cami y Vale, gracias por enseñarnos de diferentes temas y ser un lindo apoyo en este centro y llenarnos de lindas frases para motivarnos cada día más.
Gracias a los profes, en especial a la Anita que sus talleres se me pasaban volando y a Diego que siempre nos traía alguna dinámica y su clásico reggaetón.
Gracias Maca y Pame por tomar mi caso junto a la Dani. Recuerdo cuando las conocí (por separado) en EL CEDRO, cuando estaba internada. No sé por qué me dieron como miedo al principio, pensé que eran pesadas (pero no). Tenía miedo del centro por lo que me comentaban sobre las comidas, que no se podía dejar ninguna miga. Tenía miedo de no tener cambios en mi peso (pero a la vez me ponía “feliz”, no podía soltar el control, hasta que mis compañeras me incentivaron a soltarlo y no preguntar más – y es mejor, se vive más tranquila)
Gracias Maca por todas las sesiones y escuchar mis eternos monólogos y stand ups porque admite que te ríes harto en mis sesiones. Gracias por ayudarme a ir abriendo mi mente y obligarme a venir al centro (igual no tenía muchas oportunidades de faltar porque mi familia y el Mati estaban encima cada día).
Gracias Pame por enseñarme que no hay comidas malas. Gracias por dejarme ir a mi “ritmo” y ayudarme a ir sacando el miedo que le tenía a los alimentos. Aún nos quedan desafíos por cumplir en este ámbito y por más que me corra y corra, sé que igual lo haremos jajaja. A ambas, muchas gracias. Aún nos queda mucho que trabajar, pero estamos en buen camino.
Gracias a cada persona que esta en esta sala, cada una de ustedes es parte fundamental de mi proceso de mejora. Cada una ha puesto de alguna manera, un granito de arena.
Gracias gracias y gracias
Hoy me voy con el corazón llenito y con ganas de seguir mejorando y que la enfermedad nunca más condicione MI VIDA.
Me admito, las admiro y las quiero mucho.
Florencia Rosati, julio 2025




Discurso de Alta del Centro de Día
Queridas, compañer@s, profesionales del centro y amig@ss que me han acompañado en este viaje, hoy es un día especial para mí. Un día en el que, con el corazón lleno de gratitud, puedo decir que estoy dando un paso importante hacia la vida fuera de este lugar, pero con todo lo que aquí he aprendido, con todo lo que he vivido y con todas las personas que me han acompañado en este proceso.
Hoy es el final de una etapa, pero también es el comienzo de un nuevo capítulo lleno de esperanza, fuerza y crecimiento personal. No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambiar para encontrar las formas en las que tú mismo has cambiado (Nelson Mandela), por eso quiero contar un poco de mi historia con esta enfermedad.
Como olvidar a la Cata chiquitita que desde siempre se había acomplejado por su cuerpo, aquella Cata de 8 años que en las fotos del paseo de curso o de la playa en traje de baño sacaba las costillas y escondía el estómago para verse más delgada. Era simplemente una niña que trataba de entender la lógica de este mundo, que había tantas cosas que no entendía pero que se veía sumisa a ellas. A la Cata del pasado la criaron siempre basándose en las expectativas del resto. Cosas estúpidas que cree la gente pensando en que la manera de verse define las capacidades de una persona, su integridad o simplemente su ser. Repito, la Cata niña no entendía nada, pero seguía todas esas normas porque los adultos lo imponían.
No puedo olvidar cuando la soledad me consumió, la falta de confianza en mí y en los demás, el que mis amigas me dejaran sola. Pensaba que cumpliendo las expectativas de los demás mi realidad iba a cambiar, ese era el sueño en ese momento de una niña de 10 años. Trataba de ser buena en todo, trataba de ser lo más integral posible para sorprender a la gente. Pedí que me metieran en clases de todo literalmente, para ser la mejor, para que me vieran. Fui logrando esas cosas poco a poco, pero no era suficiente para que me vieran, para que mis amigas me aceptaran más. Sentía que lo único que me faltaba era cambiar mi cuerpo, que era literalmente lo que yo pensaba que las personas veían de mí.
Siempre escuchaba hablar de las modelos, de las chicas bonitas, de que “para ser bella hay que ver estrellas”. Y empezó a surgir una vocecita en mi cabeza que me incitaba a cambiarme, a salir de mi cuerpo que en ese momento lo encontraba inútil porque no me permitía lograr lo que quería. Desde ese momento ya el peligro de estar sola en la casa no era el que entrara un ladrón, sino que era yo misma.
Todo era un secreto, quería que todos vieran el resultado final. Pero ese resultado final más que recibir felicitaciones dio pena, todos me veían pero porque estaban preocupados.
Se acercaba mi cumpleaños doceavo cumpleaños. Mis compañeras le avisaron a la profe y la profe habló conmigo para entender lo que estaba pasando. Había cambiado tanto mi cuerpo al parecer, pero para mí seguía siendo ese cuerpecito inútil de siempre. Mis padres lo notaban parcialmente, pero pensaban que era parte de la edad.
Cuando las personas empezaron a notarlo por un lado me daba felicidad porque por fin me estaban viendo, pero por otro lado el miedo invadía mi ser. Yo sinceramente nunca entendí lo que me pasaba, sabía que quería bajar de peso pero nunca pensé que tendría un problema mental. Cuando mis padres descubrieron todo ya no me quedaba ni una salida. Mis padres me decían que lo íbamos a resolver en casa, como familia pero yo sabía que no iba a ser posible. Cuando vi llorar por primera vez a mi hermano en ese momento me di cuenta que esto no solo se trataba de mí ni de una desnutrición. Se trataba de un problema que estaba preocupando a todo mi alrededor.
Pedí ayuda porque no era normal que sintiera esa desesperación, ese miedo. Pedí ayuda porque no era normal el querer desaparecer por algunos instantes. Pedí ayuda porque no era normal que le tuviera terror a una comida. Pedí ayuda porque de verdad no estaba bien. El día de mi cumpleaños me hospitalizaron. Recuerdo que la psiquiatra me vio llorar sin lágrimas, muy nerviosa y no podía modular bien.
Me mandó una orden de hospitalización y esa Catita estaba muy asustada, sin entender nada. Eso si tenía la esperanza de que la ayudaran. Al hacerme exámenes de sangre mis venas estaban tan llenas de miedo que al salir se coagulaba mi sangre , mi piel estaba tan asustada que se retraía, yo estaba tan asustada que no podía hablar.
Ahí me daban crisis, sentía que no podía comer y que no me estaba ayudando, por eso pedí que me llevaran a un lugar que me ayudara más porque de verdad no entendía nada.
Cuando llegue a la Clínica San Carlos de Apoquindo, eran muy estrictos y esa niña estaba muerta de miedo. Yo en realidad sé que la cata consciente quería salir de ahí pero mi enfermedad se veía amenazada.
No puedo olvidar las contenciones en todo el cuerpo durante todo el mes y el que me pusieran una sonda. Ahí me di cuenta que en realidad me gustaba comer, que yo si disfrutaba la comida pero había una voz que me decía que no comiera. Con la sonda me di cuenta que la comida no es solo para alimentarse, sino que también para disfrutarla.
Con mucho esfuerzo me fui portando mejor y pude salir de ahí después de unos meses.
Mi vida fue avanzando, el tratamiento ambulatorio a final de cuentas solo me hacía mantener mi peso pero era muy difícil desafiar la enfermedad porque de alguna manera yo mantenía el control.
Recuerdo que la cata que pisaba la sala de la psicóloga era una cata llena de expectativas y promesas, y apenas salía era una cata mentalmente enferma.
Así fue recaída tras recaída. Nunca pude integrarme bien al colegio, llegó la pandemia y fue todo peor. Otra hospitalización. Ya en la última recaída me querían mandar a España, pero mis papás querían evaluar la opción de CADDA.
Como olvidar el día en que llegué a la entrevista, era una Cata totalmente distinta a la que se ve hoy.
Era una Cata invadida por esta enfermedad que altera nuestra realidad. Una Cata que llegó totalmente negada sin comprender la gravedad del asunto que enfrentaba, negada a trabajar en grupo, negada a asumir la situación, negada a respetar las reglas. Hasta la Cata de 11 años que esto era nuevo para ella era más sabia que la cata de 15 que llegó al centro. La cata de 15 ya estaba acostumbrada a vivir así y no quería dejar la enfermedad atrás, le halló el gusto, y no podía ver todas las cosas que le había quitado. Esa Cata estaba tan mal que al centro no podía entrar, así que otra hospitalización más.
Agradezco que no me hubieran aceptado en ese momento porque efectivamente no estaba lista, ese día llegó una cata antipática, cegada y negada. Tanto así que yo le dije a la maca, “Es que a mi no me va a servir este tratamiento porque yo no aguanto a la gente, no puedo trabajar en grupo”
Después de un mes cuando salí de la clínica me aceptaron. Esa Cata ya tenía un plan hecho como para salir rápido de ahí.
Pero como que el primer día entendió que no le iba a funcionar. Encontraba cualquier forma para engañar. Mentía a la cara. En vez de esconder la enfermedad la sacaba a la luz. Al inicio sentía que todas me odiaban, que no me aguantaban, yo creo que revolví todo el espacio.
Yo creo que el momento en que cambió eso fue cuando llegó mi querida Sofi, que en verdad era mi amiga y no quería que viera a la cata enferma. Ahí empecé a cambiar, ahí dejé un lado la enfermedad y la avaricia y noté que todas estaban ahí por la misma razón que yo.
Les fui agarrando cariño, fui ayudando más a mis compañeras y a mi misma, poniendo más de mi parte. Fui conectando más en los grupos, se me hacían cada vez más cortos. Fui aprendiendo que si tengo emociones. La cata que llegó tenía un lado muy oscuro y ese lado se fue yendo poco a poco.
Al inicio era un lugar que no me importaba, y con el tiempo se convirtió en mi único lugar seguro, en el único lugar donde me entendían, en el único lugar que podía ser yo sin que me juzgaran.
Ese año, pasamos de la cata que no le gustaban los besos y que encontraba que no eran cosas de dios a una cata qué pasó todas sus etapas de pubertad a la adolescencia en 2 meses. Andaba como una loca carreteando de aquí para allá. Pero en el colegio todo era distinto, no tenía con quien juntarse, no se veía a fin con nadie. Ahí tuve que volver al centro por que todo dio un giro de 180* en mi enfermedad. Subí de peso y sentía que no merecía salir a la calle, que la gente me miraba con asco, me daba pánico que me vieran y no aguantaba más. Quería estar en coma para despertar un día y que toda esa realidad haya cambiado, evitando todo. No pude llorar, pero por dentro estaba hecha pedazos. La palabra "felicidad" perdería su significado si no estuviese equilibrada por la tristeza (Carl Gustav Jung)
Mi tiempo aquí no ha sido fácil, pero ha sido profundamente transformador. A lo largo de este proceso, he aprendido que no se trata de una carrera, ni de un desafío individual. En realidad, se trata de una travesía colectiva, en la que todas, de alguna manera, hemos estado junt@s, sosteniéndonos y aprendiendo un@s de otr@s.
Nunca me imaginé que terminaría haciendo un duelo corporal, estaba negada a aceptar mi cuerpo de esa forma.
Pero mírenme aquí y ahora. Voy al colegio, a veces como por que es rico, otras veces porque tengo hambre y otras veces porque se que necesito comer para vivir; salgo a bailar y me manejo sola de aquí para allá. Puedo salir con amigas y no me veo dependiente de nadie. (Bueno, solo de mis padres porque me mantienen económicamente JAJAJA). No espero a que me vigilen para hacer las cosas bien. Sigue sin gustarme como me veo en el espejo, pero le doy a mi cuerpo lo que necesita, comida, descanso, paz, recreación y diversión, porque lo respeto y no por cómo se ve, sino por las cosas que hace por mí.
A todas las que aún están en este proceso, quiero decirles que no están solas. Que algún día volverán a ser las mismas, volverán a sonreír, a divertirse, a salir por las tardes, a encontrarle más sentido a la vida, van a curarse.
A veces, puede parecer que la carga es insoportable, que el camino es demasiado largo o que la recuperación es un sueño lejano. Pero quiero que sepan que, incluso en los momentos más oscuros, hay un rayo de luz, aunque sea pequeño. Esa luz puede ser nuestra fuerza, nuestra esperanza, o incluso las palabras de una compañera que comparte su historia.
Cada día es una oportunidad para avanzar, aunque sean pasos pequeños. Lo importante es seguir caminando, porque la recuperación no es lineal, y no se mide por la rapidez, sino por la perseverancia.
Este tratamiento en comunidad me ha enseñado que la sanación no solo depende de mí, sino también de las conexiones humanas.
Cada una de ustedes ha sido parte de mi proceso, y sin ustedes, este camino habría sido mucho más difícil. Hemos reído, hemos llorado, hemos compartido nuestras experiencias y, aunque cada una lleva su propio proceso, todas hemos aprendido algo valioso de cada interacción.
También he aprendido a aceptar mis emociones sin miedo. Antes trataba de esconderlas o de ignorarlas, pero ahora sé que cada emoción tiene su lugar y su propósito.
Sentir no es una debilidad, es una señal de que estamos vivas, de que estamos aprendiendo, de que estamos creciendo.
Llevo conmigo todo lo que he aprendido aquí: la fuerza de la comunidad, el poder de la empatía, la importancia de cuidarnos a nosotras mismas y la certeza de que la recuperación es posible, pero también, me voy con la firme decisión de seguir trabajando en mí misma, de seguir avanzando, de seguir eligiendo la vida, aunque sea un día a la vez.
A tod@s ustedes, que siguen aquí, les doy mi aliento.
Que nunca olviden que son valios@s, que son dignas de amor y respeto, y que este proceso es solo una parte de lo que serán capaces de lograr. No están solas.
Me voy con la esperanza de que mi historia pueda ser una pequeña inspiración para otras que siguen luchando, como yo lo hice.
Gracias de corazón.
Catalina R A, Febrero 2025
Padres
Gracias, gracias,gracias...
Esas son las palabras que resume lo agradecida que estoy con el centro Cadda.
En diciembre del año pasado mi hija estuvo con riesgo vital producto de padecer TCA crónico y yo con mucha angustia porque la veía a ella muy mal tanto física como emocionalmente.
Gracias a dios me habían recomendado a la súper psiquiatra especialista en el tema, la doctora Daniela Gómez, que para mí es un ángel. Daniela comenzó a tratar a mi hija y nos recomendó el centro Cadda. Con mucha fe llegamos con este gran equipo de profesionales donde encontré a los otros ángeles.
El centro junto con tratar a los pacientes hace unas charlas con los familiares directos, para ir compartiendo experiencias, lo que ayuda mucho, porque uno al escuchar los testimonios de otros padres se da cuenta que se puede salir y recuerdo que la primera reunión había una mamá que contaba que su hija salía de alta dentro de una semana, lo que me produjo una emoción y me quebré, ya que parecía que era algo muy difícil, pero siempre con esperanza que se podía. Estas reuniones estaban a cargo de Macarena y Pamela que son muy amorosas y empáticas.
Hoy en julio, solo 7 meses después mi hija se acaba de graduar y salir de la primera etapa de esta enfermedad, ya que nunca se puede dejar de tratar y estar pendiente como otras enfermedades, como por ejemplo una diabetes, un lupus, etc.
En Cadda lograron que mi hija comenzara a tener una relación distinta con la comida, lograron que ella lograra reír nuevamente, cosa que no la veía hacer hace muchos años.
Gracias centro Cadda nuevamente por todo el profesionalismo y por supuesto a mi hija por poner todo de ella, para ir saliendo de esta enfermedad.
Muy agradecida de ustedes,
Ma. Isabel


Como familia queremos compartir nuestra experiencia del tratamiento que recibió nuestra hija de 16 años para vencer su trastorno de conducta alimentaria (TCA), una enfermedad mental silenciosa que necesita ser tratada por un equipo multidisciplinario y en la etapa crítica tener un lugar donde ser atendida bajo el concepto que ofrece Cadda de hospitalización diurna y un centro dedicado a atender sólo casos de TCA sin importar la edad.
Nuestra hija estuvo más de un año asistiendo al programa de hospitalización diurna en Cadda, de lunes a viernes, ocho horas diarias. Esta modalidad fue clave en su proceso de recuperación: le permitió recibir atención intensiva sin perder el vínculo con su entorno familiar durante las noches y fines de semana, lo que habría sido inevitable en una hospitalización clínica tradicional.
Un equipo multidisciplinario es clave porque se requiere de cuidadores permanentes para evitar las trampas de las pacientes para no comer (como fue el caso de nuestra hija con anorexia restrictiva), que en casa y frente a toda la familia lo lograba escondiendo o votando la comida.
Nutricionista con atención semanal en un principio, quien evalúa a la paciente de manera periódica y construye una pauta nutricional personalizada. Psicóloga de cabecera para recibir terapia individual semanal y un equipo de psicólogas liderando terapias grupales con el resto de las pacientes abriendo un espacio para reflexionar, para desahogarse y compartir su manera de enfrentar esta enfermedad, sus crisis de los fines de semanas, clave para sentir empatía y empatizar con otros pacientes que pueden estar aún más grave que tu hija.
Nuestra hija logró mirar en otros pacientes los riesgos asociados a esta enfermedad como una depresión profunda, autolesiones, diversidad de edades, diversidad de entornos familiares, diversidad de factores que gatillaron el TCA en cada paciente, diferentes historias, diferentes trastornos que llegan a una misma conducta, “una mala relación con la comida”.
Nos hizo tomar consciencia que este trastorno no tiene edad, puedes tener 11, 40 o 50 años y estar recibiendo las mismas terapias grupales y en el Centro la edad no fue un tema para la convivencia, finalmente todas estaban por un mismo propósito, vencer esta enfermedad que las aisla, las invalida, las destruye, las apaga.
Cadda es una ayuda para toda la familia, se preocupa de dar un espacio para reunir a los cuidadores (familiares), para conversar sobre esta enfermedad, para compartir la experiencia de cada familia, para aprender y profundizar sobre esta enfermedad y sus consecuencias y para no perder la esperanza con ejemplos de familias que lograron sacar adelante a su hija con ayuda de Cadda viendo como se iban graduando pacientes lo que alentaba a nuestra hija de que sí se puede lograr, pero el camino es largo y se necesita la ayuda de especialistas.
Para nosotros como familia, Cadda fue un alivio, una solución y una esperanza. Nos permitió dejar de ser sus cuidadores permanentes y volver a ser simplemente sus padres. Pudimos reencontrarnos con nuestra hija desde el cariño, sin que todas las conversaciones giraran en torno a la comida o al TCA. Las comidas en casa dejaron de ser siempre un campo de batalla, porque en Cadda ella ya cumplía diariamente con su pauta nutricional supervisada: desayuno, colación, once, almuerzo y comida.
Estamos profundamente agradecidos del equipo de Cadda y especialmente de Maca y Pame, quienes estuvieron siempre disponibles, incluso fines de semana o en momentos de crisis. Gracias a su acompañamiento pudimos enfrentar momentos difíciles con guía y contención.
Cadda no solo es un centro para pacientes con TCA; es un espacio de apoyo para toda la familia. Allí se construyen lazos, se entregan herramientas y se acompaña el proceso de sanación de manera cálida y cercana. Su enfoque permite ver avances reales en las pacientes, y enseña a las familias a comprender, contener y apoyar de forma efectiva.
El TCA es una enfermedad mental grave, que puede tener múltiples causas y deben ser abordadas de forma oportuna para evitar que se cronifiquen. La recuperación es posible, pero requiere una familia unida, un equipo médico comprometido y profesional y mucha paciencia, no existe un plazo de recuperación, existe tratamiento que desafía a cada paciente y cada paciente es un caso en si mismo.
Estamos infinitamente agradecidos del Centro Cadda, del equipo médico y de sus dueñas y especialistas (Maca y Pame), ellas hacen de este centro un ambiente familiar, las pacientes logran construir lazos, se apoyan y son parte del proceso de sanación de tu hija(o).
El sistema de Cadda tiene una manera efectiva de ver avance en las pacientes y te entrega herramientas para contener, entender y aprender como apoyar a nuestra hija(o). Hay que entender que es el TCA y saber que es una enfermedad mental que se gatilla por múltiples factores y que requiere de un tratamiento oportuno para evitar que se cronifique.
Para vencer esta enfermedad se necesita a la familia unida y abierta a ayudar y a un equipo médico que intervenga profesionalmente.
Gracias Cadda, gracias Maca, Pame, equipo de psicólogas, cuidadores, secretaria.
Gracias por salvar vidas y acompañarnos con amor y compromiso.
Familia, Frani N.
Cuando mi hija tenía 14 años, me di cuenta de que había comenzado con un TCA ( Anorexia restrictiva). El desconocimiento de este trastorno junto a los sentimientos de culpa, hacen que todo se trastorne al interior de la familia.
Al principio, era una guerra y esto lo hacía todo muy agotador, frustrante injusto y difícil. Las guerras lo arrasan todo, la vida la libertad, los sueños, la paz y la dignidad.
El TCA, es un parásito que se aprovecha de los adolescentes, jóvenes y vulnerables, perfeccionistas y exigentes consigo mismas. Personas especialmente sensibles, en un mundo que valida el cuerpo en exceso, que premia la delgadez y superficialidad.
Este mundo materialista sirve de aliado de la Anorexia y la fortalece frente a ellas, que se debilitan y se hacen esclavas de la presión social.
No fue fácil, durísimo, sobretodo el miedo permanente que se muriera.
Ver a mi hija hundirse y no saber cómo ayudarla, es lo peor que le puede pasar a una madre, por eso ponerme en las manos del centro Cadda fué la mejor desición después de 6 meses de tratamiento con otros especialistas y donde lo único que se logró fue que terminara en la clínica hospitalizada.
Cadda me ayudó a vencer poco a poco el miedo, a proporcionarme las herramientas necesarias para entender y manejar situaciones propias del TCA, a saber que mi hija estaba en mano de los profesionales adecuados. Permitió que aguantara los momentos difíciles, de no saber qué sucede y como actuar. Uno piensa que jamás va a llegar el día en que todo vuelva a ser como antes, pero llega... y se puede superar.
Hay que ser equipo con ellos, dejarte guiar, soltar y confiar.
Cuando como padres flaqueamos te dan ese empujón que necesitas para seguir adelante y en Cadda siempre te apoyan.
Hoy mi hija está totalmente recuperada, viviendo su adolescencia como tiene que ser.
Es feliz, miro hacia atrás y recuerdo los momentos dolorosos que pasamos las dos y agradezco haber podido tener la.posibilidad de que mi hija haya estado bajo el cuidado de todas las personas que trabajan en Cadda.
Gracias,
Carolina F, mamá de Sofía D.


Querida Jojita:
Imagina dónde hemos llegado… Puedes creerlo?
Se me viene como imagen recordarte molesta, enojada , “no quiero ir mamá” Porqué me haces esto”, ninguna mamá le haría esto a su hija.. y luego transitar a… ya poh mamá, ¡apúrate que vamos a llegar tarde al almuerzo! o pucha.. hecho de menos ir a Cadda y hoy no me toca.
Por momentos de mucho desaliento, pensé que nunca saldríamos de este callejón. Tenía la sensación de estar rondando por un laberinto en donde no encontraríamos la salida . Tuve mucho miedo de no tener la fuerza suficiente para acompañarte, pero tú querida Joji me diste la fuerza necesaria.
Cuando pienso en nuestro presente, no me queda más que agradecer por todo lo que hemos pasado. Agradezco a la vida el duro camino que hemos debido transitar en estos 2 últimos años.
Cuando te miro y veo cómo te encuentras, me siento inflada de orgullo por ti y por mi… porque este camino lo hemos transitado solas. Si bien, no tuvimos ayuda de nuestros más cercanos, la vida puso a las personas justas en nuestro recorrido, nos ha permitido abrirnos a la experiencia de conocer gente nueva y buena. Esto es lo que representa este lindo lugar, CADDA.
Sé que para ti, CADDA ha pasado a ser tu familia, creo que es primera vez que te sientes acogida, escuchada , respetada y querida. Esto querida Jo, no lo hace un lugar , lo hacen las PERSONAS
Allá afuera en el mundo también te encontrarás con Jeanettes , con Macas, Pamelas, Joses, Agustinas, Florencias, etc. Hay que estar bien despierta y saber escoger lo que hace bien para uno.
Entramos a este lugar, distantes, perdidas una de la otra y hoy nos vamos juntas, de la mano queriéndonos y recuperando el tiempo perdido.
Cuando te pienso… no puedo más que sentir orgullo, admiración por quien eres , tu dulzura , amorosidad , ternura . Eres muy especial y no es que, por sólo ser tu madre yo lo diga “como tu dices”
Lamento no haber estado a tiempo para ti, no haberme dado cuenta antes de lo que te pasaba , es algo que llevaré siempre en mi corazón… y te pido disculpas por ello.
Por otra parte, como siempre te lo recalco, cuando nos suceden cosas dolorosas, es una oportunidad de poder crecer y mejorar. Sin esta experiencia , que a veces pudimos sentirla como una verdadera pesadilla, no estaríamos como lo estamos actualmente. Esta enfermedad vino a recordarnos que no estamos solas, nos tenemos la una a la otra.
Nos permitió detenernos , mirarnos a la cara y reconocer que íbamos por caminos equivocados; tú en no quererte, yo en poner toda mi energía por sacarlas adelante a ti y tus hermanas, pero olvidé lo principal, no darme el tiempo de preguntar lo más básico .. . Cómo estas? di por hecho que siempre estabas bien. Sé que tú en tu generosidad no quisiste preocuparme, pero desde ahora ya lo sabes, es una regla: decir las cosas a tiempo y yo estar 100 por ciento disponible para ti.
Joji eres una guerrera …mujer te queda pequeño.
Estoy y estamos todas quienes te acompañan hoy frente a una MUJEROTA.
Te amo negrita.
Tu mamá.
Sofía V, mamá de Joji F.
